sábado, julio 17, 2010

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Hay un hueco. Un foso.
La oquedad como marca ineludible que nos recuerda el nombre que nos contiene. Es la inevitable dependencia en la que estamos sumidos desde el origen aun sin advertirlo, la que nos trae la nostalgia de lo que hemos perdido, sin saber qué hemos perdido pero con la absoluta certeza de no poder permanecer como un inconcluso ser.